5 feb 2011

El cuento número trece

Argumento: Margaret Lea recibe una carta de la misteriosa escritora Vida Winter para que escriba su biografía... y promete no mentirle. La joven se traslada a la casa de la autora y ésta comienza a desgranar la historia de su familia.
Aunque la relación entre Margaret y Vida es la parte central de la novela, son los personajes que aparecen en el relato de la anciana, como Charlie e Isabelle, las gemelas Adeline y Emmeline o el servicio, desde el ama la señora Dunne, el jardinero John, Hester o el Dr. Maudsley, médico que atiende a las niñas quienes llevan el mayor peso de la historia y donde esta comienza a derivar hacia lo gótico y, a veces, lo macabro. A través de ellos regresan los fantasmas del pasado, los secretos de una familia marcada por el exceso, las cenizas de un incendio memorable y el perfil de un ser extraño que aparece y desaparece tras las cortinas de una mansión.

Mi opinión: Cuando empecé a leer El cuento número trece, de Diane Setterfield me sumergí enseguida en otro mundo regresando en más de una ocasión a otras novelas cargadas de intriga y misterio. El incendio de  "Angelfield" me recordó el de Manderley, y qué curiosa la coincidencia entre Rebeca de Winter, y la protagonista del Cuento número trece, Vida Winter. También me hizo recordar otro incendio utilizado literariamente como purificación, el de la novela Jane Eyre.
Me gustó la intriga de lo que no se dice, y sobre todo, de lo que se dice a medias, y la verdad, que me ha dado pena que se termine, yo le pongo un 9.

                                                                                                                                            Foto de Cris
Fragmento:
La hiedra trepaba por las paredes como si fuera el dibujo de un papel pintado. Estirando el cuello miré hacia arriba y ante mi vista se abrió un oscuro túnel. Las cuatro paredes seguían intactas, pero no vi ningún techo, sólo cuatro vigas gruesas espaciadas de un modo irregular seguidas de otro espacio vacío coronado por algunas vigas más, y así sucesivamente. Al final del túnel había luz. Era el cielo.
Ni siquiera un fantasma podría sobrevivir en aquel lugar.
Resultaba casi imposible imaginar que en otros tiempos allí había habido cortinajes, tapices, muebles y cuadros; que arañas de luces habían iluminado lo que ahora iluminaba el sol. ¿Qué había sido esa estancia? ¿Un salón, una sala de música, un comedor?
Escruté la masa de escombros apiñada en la habitación. Entre el revoltijo de materiales irreconocibles que en otra época habían formado un hogar algo atrajo mi atención. Al principio me había parecido una viga medio caída, pero no era lo bastante gruesa, y tenía aspecto de haber estado sujeta a la pared. Ahí Diane Setterfield El cuento número trece 102
había otra, y otra. Estos tablones parecían tener muescas a intervalos regulares, como si otros trozos de madera hubieran estado en otros tiempos unidos a ellos formando ángulos rectos. De hecho allí, en un rincón, descansaba un tablón donde esos trozos seguían presentes.
Un escalofrío me subió por la espalda.
Esas vigas eran estanterías. Ese revoltijo de naturaleza y arquitectura desmoronada era una biblioteca.
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