Había creído que posiblemente no hubiera queso en el laberinto o que no iba a ser capaz de encontrarlo. Aquellos pensamientos llenos de miedo lo estaban paralizando y acabarían por matarlo.
Kof sonrió. Sabía que Kif se estaba preguntando: “¿Quién se ha llevado mi queso?”, pero lo que él se preguntaba era: “¿Por qué no me puse en marcha antes, por qué no me moví cuando lo hizo el queso?”.
Al adentrarse en el laberinto, Kof miró hacia atrás, consciente de la comodidad del espacio que dejaba, y se sintió atraído hacia aquel territorio conocido pese a que llevaba mucho tiempo allí sin encontrar queso.
Kof se sentía cada vez más angustiado, y se preguntó si realmente quería volver al laberinto. Escribió una frase en la pared que tenía delante y se quedó un rato mirándola.
¿Qué harías si no
tuvieses miedo?
Pensó en ello.
Sabía que, a veces, un poco de miedo es bueno. Cuando tienes miedo puede incitarte a la acción. Pero, cuando te impide hacer algo, el miedo no es bueno.
Miró hacia la derecha. Era una zona del laberinto en la que nunca había estado y sintió miedo.
Entonces, respiró hondo y se adentró en el laberinto, avanzando con paso veloz hacia lo desconocido.
Anoche estuve leyendo un libro muy corto, ¿Quién se ha llevado mi queso? de Spencer Jhonson, un cuento de 26 páginas quizá para adolescentes y jóvenes, pero sobre el cual no viene mal reflexionar. Se trata de recordar que estamos es un mundo en constante transformación y por eso es necesario estar preparado para los cambios, controlando las circunstancias adversas y saando los mejores beneficios posibles en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida. Porque podemos aplicarlo tanto en la vida profesional como en la privada.
Y qué bonito es cuando te das cuenta de que ha llegado el momento de salir a buscar otro queso, descubriendo y disfrutando todas las sorpresas que puedes encontrar por el camino.
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